Arte al Día entrevista a un galerista, Alberto Sendrós, un coleccionista, Aníbal Jozami y un crítico, Hugo Petruschansky, sobre las impresiones de sus visitas a la bienal más importante del mundo
TRES MIRADAS, UNA BIENAL
por Hugo Petruschansky
La 51ª Bienal de Venecia cumplió 110 años y para festejarlos las españolas María de Corral y Rosa Martínez fueron las encargadas de la selección y puesta en marcha de la muestra mas esperada por el mundo del arte.
Para Los Jardines María de Corral intentó con la premisa amplia de “La experiencia del arte” poner el énfasis en la necesidad de crear un espacio abierto de discusión, donde el intercambio de ideas y reflexiones sobre el arte nos conduzca a pensar nuevos caminos y poéticas y donde las emociones del mundo estético señalen el rumbo de las nuevas generaciones de artistas. Para ello la curadora escogió a grandes nombre de la historia del arte, como Francis Bacon, Agnes Martín, Antoni Tàpies o Bruce Nauman, entre otros tantos y los confrontó virtualmente con artistas jóvenes y de destacada trayectoria en sus múltiples prácticas artísticas como Thomas Ruff en fotografía, Rachel Whiteread, Jenny Holzer o Cildo Meireles en escultura e instalaciones, Grabriel Orozco, Marlene Dumas o Juan Uslé en pintura o Tacita Dean y Francesco Vezzoli en video por nombrar a los artistas que más me impactaron. Para la gran mayoría de los asistentes a la preinauguración, estar en contacto con tantos nombres del arte resultó una experiencia enriquecedora; para aquellos que están en contacto estrecho con el acontecer del arte internacional les resultó, como se notó en la prensa especializada, un tanto vieja, trillada y poco afinada la selección, que hubiera tenido que mostrar, aunque sea no frontalmente, la tendencia para que se establezca el diálogo esperado.
En el Arsenal, Rosa Martínez, bajo el titulo “Siempre un poco mas lejos”, sacado de los labios del Corto Maltés, nos propuso recorrer este enorme espacio para poner en crisis lo ya conocido y guiarlo hacia nuevos territorios de significados. Este segmento de la bienal se mostró más interesante con pocas obras, tema que facilitó su recorrido, y estas a su vez desparejas y variadas, como siempre ocurre. La elección de las obras, en su mayor parte realizadas por artistas mujeres, sigue marcando el aburrido dilema del arte en relación al género. Afortunadamente las excelentes obras de Mona Hatoum, Dona Conlon, Runa Islan, Cristina García Rodero o Pilar Albarracín, mujeres todas ellas, hicieron que lo primero que se leyera sea su calidad artística y que su condición sexual pase a ocupar un lugar poco relevante, aunque en el inicio del recorrido den batalla las Guerrilla Girls.
Mas de 70 países estuvieron presentes en los envíos nacionales, donde destaco por su interés histórico al excelente pintor Ed Ruscha de los Estados Unidos, Antoni Muntadas representado a España y Annette Messager por Francia, ganadora del premio al país participante, con una obra dividida en tres episodios con telas, muñecos y mecanismos eléctricos sobre Pinocho, de dudoso gusto. El resto de los países dentro de los Jardines fueron olvidables, como el envío ingles de Gilbert & George.
Fuera de los Jardines las propuestas levantaron su nivel y rescato el maravilloso video del artista turco Hussein Chalayan con la actriz Tilda Swinton como protagonista. Se trata de una enigmática historia, en 5 pantallas, basada en la identidad, geografía, genética, biología y la antropología, con una narrativa surrealista y atrapante. La obra de la video realizadora suiza Pipilotti Rist fue un caleidoscópico videoclip y no aquellas obras magníficas a las que nos tiene acostumbrado.
Latinoamérica estuvo representada por las obras de los cubanos Los Carpinteros y dos videos magníficos de los colombianos Echavarría y Muñoz, entre otros.
Varias muestras paralelas desde Kiki Smith a una retrospectiva de Lucien Freud fueron también atractivos eficaces.
Es imposible terminar una apretada reseña sin decir que cuatro artistas argentinos, Carolina Antich, Leandro Erlich, Jorge Macchi y Sergio Vega estuvieron presentes en distintos puntos de la bienal. La instalación de Jorge Macchi en colaboración con el compositor Edgardo Rudnisky que representó a nuestro país en el Antiguo Oratorio de San Filippo Neri marcó un cambio notable en política cultural, gestión y proyecto a futuro. Calidad, y originalidad de la obra titulada Ascensión, que merecerá palabras mayores en una próxima edición de la publicación. Una amplia difusión tanto en los afiches que tapizaron la ciudad de Venecia como en el cuidadoso catálogo mostraron como la consigna del Arsenal, “siempre un poco mas adelante”, tiene vigencia en este caso. Todos fueron representantes exitosos de nuestra producción artística que cada vez tiene más peso en el panorama internacional, por eso todos los que estuvimos en ella volvimos muy felices pues vimos que también podemos ser noticia por los logros que otorga el buen arte.
Alberto Sendrós, galerista
¿Cuál fue su impresión de la Bienal de Venecia?
Hace varios años que asisto a la Bienal de Venecia. Mi primera reflexión surge de la comparación, y encontré a esta edición definitivamente más femenina, no como un cliché, sino que sentí en la escala, la disposición y espíritu que enfatizaba una mirada estética femenina. Por otro lado todo estaba a una escala no monumental, era abarcable con la mirada. No hubo un despliegue desbordante, salvo unas pocas obras como la de Annette Messager, el resto era muy manejable a nivel de la comprensión de la obras, con montajes nada espectaculares, cosa que si encontré en la bienal anterior de Bonami. Por otro lado, esta bienal tuvo una visión más realista: en su sencillez, las obras eran más claras, aprehensibles, como también sus propuestas. Además, me resultó atractiva toda la oferta fuera de los predios de la bienal, es decir los envíos que no tienen un pabellón dentro de los Jardines.
¿Estuvo claro para usted el partido curatorial de María de Corral y Carmen Martínez?
Me gustó la propuesta de Carmen Martínez en el Arsenal. Fue más clara que la de De Corral, ya que si bien su propuesta era desafiante, luego lo que se veía no respondía cabalmente a la intención de sus ideas. A pesar de exhibir obras de gran calidad, de artistas ya consagrados por la historia del arte como Bacon o Tàpies, no alcanzó los objetivos de su planteo teórico que se notaba a medida que iba recorriendo el pabellón italiano. Noté unidad estética y coherencia pero basada en su gusto personal, me refiero a lo proyectado por De Corral.
En cuanto a lo del Arsenal, comparto la propuesta de Carmen Martínez, que cumple eficazmente con su premisa de que el arte puede estar siempre un poco más adelante.
Desde la perspectiva de joven galerista, ¿que buscó o vio en la bienal?
Estuve siempre atento a ver qué es lo que despierta interés mas allá del gusto personal, me detuve básicamente en lo que consideré buena obra. Siempre estoy alerta, buscando obras que pienso que tienen posibilidades comerciales, independientemente de sus posibles dimensiones para la galería, me detengo en la calidad. Me gustó mucho, en pintura, la obra del alemán Matthias Weischer, que se adapta perfectamente a las posibilidades de mi mercado artístico.
¿Cómo percibió la presencia argentina en la bienal?
De variadas maneras. Principalmente rescato que el envío argentino de Jorge Macchi despertó en mí y en el grupo de gente con la cual lo comenté, confianza, que estaba manejada con transparencia e idoneidad. La responsabilidad de Adriana Rosenberg, Gloria Bender, Sergio Baur y Mercedes Parodi fue de una entrega total, manejada con muchísima profesionalidad y espíritu de equipo. Me sorprendió gratamente el catálogo que con el aporte de ArteBA tuvo una calidad de excelencia muy notable. No era una hoja fotocopiada, como ofrecían en general todos los pabellones, que la gente luego tira en el papelero, me encontré con un catálogo del mejor nivel. Es decir que cuando hay voluntad de gestión, y capacidad, ya sea artística, administrativa o financiera, se nota. Por otro lado, todos los artistas argentinos presentes comparten el mismo idioma y se ubican en el mismo escenario de alto nivel internacional, cosa que me llenó de alegría.
Aníbal Jozami, coleccionista
¿Cuál fue su impresión sobre la bienal de Venecia 2005?
La bienal se puede analizar desde distintos puntos de vista. Por un lado las bienales son importantes pues nos sirven a nosotros, que venimos de un lugar muy lejano, para ver la situación general del arte actual, que nos resultaría difícil de ver si no fuera por esta concentración eficaz de obras. Por otro lado hace que todo sea discutible y contradictorio y de alguna manera veo con agudeza como se enfrentan las grandes obras del arte con algunos envíos de arte efímero y experimental que sólo tienen, a mi entender, un éxito transitorio. Frente a la bienal tengo una imagen ambivalente, eso ya es un desafío. Para mi esta fue la más coherente y uniforme si la comparo con las últimas y especialmente con las dos curadas por Harald Szeemann. En esta bienal percibí una mayor preponderancia de la pintura, en una mirada objetiva pude ver lo mejor de algunos artistas y su camino o recorrido, además da la sensación de que se seguirá haciendo. Por otro lado, algunas obras, como la de Mariko Mori donde entre otras cosas medía las ondas del cerebro y las transformaba en colores en una estructura reluciente, resultaba interesante como experimento, pero dudo que perdure en la historia grande del arte, es más, me atrevo a decir que muchas obras conformaban una especie de Disneyland para adultos, donde se busca llamar la atención a cualquier precio, sabiendo que no serán perdurables.
¿Estuvo claro para usted el partido curatorial de María de Corral y Carmen Martínez?
No fue muy clara la lectura del proyecto curatorial, pero si son rescatable partes de las ideas que cada una tuvo en la selección de las obras ofrecidas, como dije antes, en una clara y atractiva uniformidad, sobre todo si las comparamos con las bienales anteriores. De lo que la curadora María de Corral presentó debo rescatar la reivindicación que hace de la belleza como elemento fundamental e importante en el arte. Las esculturas de Thomas Schütte, las magnificas obras matéricas de Antoni Tàpies o las pinturas de Marlene Dumas dieron muestra de lo que digo. En cuanto a los envíos nacionales me interesó el pabellón de Hungría con la peculiar obra de Balázs Kicsiny y el pabellón alemán donde los artistas Scheibel y Sehgal proponían no sólo con sus obras sino también a través del canto y el baile dar énfasis a la propuesta de “this is contemporary”. La contemporaneidad también la disfruté en la obra de la videorealizadora suiza Pipilotti Rist que aprovechó el techo de la iglesia San Stae muy acertadamente.
En el Arsenal la preponderancia del tema femenino se impuso, también lo recorrí con un criterio de unidad. Los trabajos de la videoartista Pilar Albarracín me parecieron muy buenos sobre todo porque dice las cosas con contundencia y se despega del sentido argumental del cine, ella cumple con los requisitos del video-arte dejando planteado qué es video y cuál es el campo específico del cine. Además me interesó la obra del cubano Carlos Garaicoa y las fotografías de la española Cristina García Rodero.
¿Como percibió la presencia argentina en la bienal?
La presencia argentina fue muy digna a pesar de las limitaciones de no contar aun con un lugar propio. Como fueron correctas también las obras de Leandro Erlich y Santiago Vega.
Desde la perspectiva de un coleccionista de arte joven, ¿cómo vio la bienal?
Me sirvió básicamente para tener una idea de sentido sobre qué pasa en el arte hoy, por dónde están trabajando los artistas jóvenes. Es muy distinto a una feria de arte que es donde se va con ánimo de compra. En la bienal no se recorre con el mismo sentimiento, aunque a algunos artistas luego los vea en las distintas feria o muestras que visito.
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